¡Hola a todos! En primer lugar perdón por la repentina desaparición de estos diez días; he estado bastante ocupada con el viaje a UK y, al regresar, me he encontrado con mil cosas por hacer. Ahora que con el paso de los días ya se ha serenado todo vuelvo a la carga para enseñaros un trocito de la excursión que hice por tierras inglesas.
Soy una persona llena de prejuicios. Eso es así. Y con Bristol me pasaba lo mismo. Al buscar algo de información en San Google me sorprendió lo poco que tenía para ver; todo lo que fuera ir más allá del Suspension Bridge y del Harbourside se salía de cualquier recomendación que pudiera encontrar en la red. Pero me equivocaba. Google se equivocaba.
La ciudad, con casi medio millón de habitantes, recuerda por lo señorial y lo industrial a Bilbao, pero con los reconocibles toques ingleses de las hileras de casas adosadas y las calles infinitas. El graffitero Banksy hizo de ella su estandarte y dejó gran parte de su legado en diversas paredes bristolianas, unas pinturas más escondidas y otras más a la vista. Y a pesar de permanecer escasas 36 horas allí puedo certificar que Bristol engatusa (que no es lo mismo que enamorar); y no sólo a mi, también a decenas de españoles. Este será un punto a tratar más adelante.
Pero más allá de escribir una ruta turística por la ciudad quisiera poder hacer un dibujo de lo gastro, de lo que te puedes encontrar allí a la hora de sentarse a la mesa. En Bristol es fácil comer «medio bien». Bristol es uno de los grandes centro académicos de Inglaterra; se trata de uno de los lugares preferidos por europeos (en su mayoría españoles y suizos) y asiáticos para aprender inglés, además de la importante universidad que alberga, por lo que gran parte de la oferta gastronómica está enfocada a este público. Es más, la mayoría de locales hacen un importante descuento en la factura final al presentar el carnet de estudiante.
El caso es que llegamos tarde, y entre que dejamos la maleta en el hotel y conseguimos bajar al centro de la ciudad nos dieron las diez de la noche, así que no nos quedó más remedio que meternos a cenar en un restaurante mexicano. La primera en la frente. Vengo a UK a probar platos nuevos para poder contároslo después y resulta que a la primera de cambio me pongo a cenar nachos. Pero amigos, esto es Reino Unido, y viendo lo visto considero un triunfo haber podido cenar aquella noche a esa hora, en la que la gran mayoría de los que nos rodeaban ya llevaban encima más de dos, tres e incluso cuatro pintas.
Pero acertamos. En Las Iguanas picoteamos nachos, chicken wings y un surtido de fajitas con tres rellenos diferentes: garlicky mushrooms, smoked chipotle chicken y beef braised in chipotle with soured cream. Realmente delicioso, he de decir. Eso sí, aquellos que no sean amantes del picante… Warning! Precio correcto para UK: unas 40 libras para 3 personas.
Bristol es una ciudad que a pie se hace interminable. Ya de día anduvimos por sus principales calles y plazas. En Whiteladies hicimos la primera parada técnica del día en esta tienda, que llamó mi atención por su sencillez.

Venden productos de kilómetro cero, ecológicos, y también comidas y postres totalmente caseros. Allí compramos un trozo de Millionaire’s Shortbread, dulce tradicional de Escocia que lleva base de galleta, interior de caramelo y una capa superior de chocolate, ¡buenísimo!

Continuamos el paseo y al ratito, sin querer, nos encontramos con una de las pinturas más conocidas del graffitero Banksy.
Tras continuar la caminata y visitar el mercado alemán de navidad de Cabot Circus nos dimos cuenta de que, por aquellas tierras, ya era hora de comer. Y he aquí el descubrimiento del día, el Zaza Bazaar. Este enorme restaurante es un compendio de comidas de todo el mundo y, teniendo en cuenta que en Reino Unido son expertos en gastronomía de casi cualquier rincón del planeta dado el enorme índice de migración con el que cuentan, cabía esperar que comeríamos bien. Y así fue.
Este restaurante, de tipo buffet, cuenta con diferentes puestos , cada uno de ellos dedicados en exclusiva a un tipo (o dos) de comida. Un lugar perfecto para dar un paseo por diferentes platos alrededor del mundo y, sobre todo, para satisfacer los gustos de todos los comensales. Del tikka masala a los tallarines pad thai, pasando por sushi vegano, pizza o los clásicos británicos como el roast beef. De todo lo que probé, y como plato a destacar, os recomiendo el cerdo asado de la sección british. De llorar.

El lugar, además, es precioso; cada uno de los puestos está lleno de neones que indican lo que se sirve en cada uno de ellos, y el local cuenta con un enorme ventanal que da al Harbourside. La inmensa mayoría de los camareros que nos atendieron, por no decir todos, eran españoles; muchos chicos y chicas de nuestro país se han marchado a Reino Unido en una búsqueda de oportunidades labores que, en la mayoría de ocasiones, comienza con un trabajo en hostelería mientras llega algo más adecuado a sus expectativas. En cuanto al precio del buffet también correcto, 12 libras por persona sin incluir las bebidas, que se facturan a parte; 2 libras el refresco en vaso grande y 3 libras el refresco en vaso de pinta. En Bristol tienen la buena costumbre, al igual que en Madrid, de servir jarras de agua gratuitas con la comida, cosa que aplaudo.
Volvimos a la zona de Cabot Circus y allí nos encontramos un café muy acogedor con barra en el ventanal, de cara a la calle, y a mi esto me puede. Se llama The Crazy Fox y he de decir que allí he tomado el mejor café en todas las visitas que he hecho a Reino Unido. Tomé un latte especiado que me sirvieron en una taza enorme, con espuma bien hecha y temperatura suficiente como para que me durara un buen rato.

Y tas seguir caminando, hacer una parada técnica en un pub para ver el partido de fútbol que daban aquel día y descansar un rato en el hotel, nos decidimos a cenar, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta que era domingo, un delicioso Sunday Roast en una taberna Wetherspoon, con su roast beef, sus roasted potatoes y su mash, su gravy y, cómo no, guisantes, millones de guisantes que fueron desterrados de mi plato para no volver en cuanto este llegó a la mesa.
Una ciudad con encanto, con preciosas rutas a pie, llena de arte, de gente, de buen ambiente y de tradición.
Antes de despedirme por hoy os cuento que en el siguiente post compartiré con vosotros la receta de una de las delicias que probé en Bristol. ¿Apuestas?
Keep baking!
Cris