¡Hola a todos!

Sí, sé que había prometido pasarme por aquí con más asiduidad pero lo cierto es que me ha sido imposible en las últimas semanas. Pasado mañana, miércoles, presento el TFM que me ha tenido ocupada gran parte del verano y de septiembre. En él expongo cómo ha influido el Imperio Británico en la configuración de su gastronomía, y he pasado semanas y semanas buscando documentación que pudiera servirme para el estudio. En fin, que se me ha quedado cara de pantalla.

El caso es que me apunté a una cata de café para hoy, lunes, por aquello de despejar un tanto la mente de tanto atolondramiento enciclopédico. A parte, soy una verdadera coffee lover, pero soy incapaz de distinguir un aroma de Nicaragua de uno de Etiopía, así que me parecía una buena ocasión para ir educando mi paladar. Allí he conocido a dos chicas fantásticas con las que he charlado de la blogosfera. Parece que todo está inventado, así que al final lo bonito de poder escribir aquí y de compartir recetas es que podamos divertirnos y enseñar algo que nos resulta interesante.

Hoy os traigo una receta que me encanta y que suelo hacer cuando viene algún amigo a cenar a casa. Además de ser muy sencilla existen varios atajos que acortan bastante el procedimiento, si eres de los que te da pereza caramelizar la cebolla tú mismo o hacer la masa de la tarta, de la que hablaremos otro día largo y tendido.

img_0515

Caramelised Onion and Goat’s Cheese Tart

Receta del libro Good Housekeeping, The Baking Book

Para una tarta de 23cm de diámetro:

  • 1 paquete de masa quebrada lista para usar (unos 200g)
  • Aceite de oliva
  • 2 cebollas rojas y una cebolla dulce, picadas
  • 1 cucharada de vinagre balsámico
  • 1 cucharada de azúcar moreno
  • 4 huevos medianos o 3 grandes
  • 400ml de nata fresca o crème fraîche
  • 50g de queso de cabra (yo suelo usar los que se conocen comercialmente como «medallones»)
  • Sal, pimienta negra recién molida y orégano

Precalentamos el horno a 200ºC. Colocamos la masa quebrada fría sobre el molde y la pinchamos repetidas veces con un tenedor. Cubrimos la masa con papel de aluminio y ponemos encima unas legumbres que servirán como contrapeso para que la masa no suba. Si durante este procedimiento la masa se ha templado la dejaremos reposar un rato en el frigorífico. Metemos el molde al horno durante unos 12 minutos; quitamos entonces las legumbres y el papel de aluminio para dejar que la base de la tarta termine de cocinarse hasta que esté totalmente seca y de un color dorado claro, lo que suele llevar unos diez minutos más. Reservamos y bajamos la temperatura del horno a 150ºC.

Mientras tanto, añadimos el aceite a una sartén, y lo calentaremos a media temperatura. Agregamos las cebollas y pochamos unos 10 minutos. Subimos la temperatura y añadimos tanto el vinagre como el azúcar, y cocinamos diez minutos más sin dejar de remover. Si la sartén se queda seca, añadimos un poco de agua. Agregar orégano, si es fresco mejor.

En un bol mezclamos la nata fresca con los huevos hasta que queden totalmente integrados, y salpimentamos al gusto. Colocamos la cebolla en la base de la tarta que horneamos previamente y colocamos trocitos de queso por toda la superficie. Vertemos con cuidado la mezcla de huevos y nata fresca, y agregamos más orégano si lo consideramos oportuno. Horneamos durante 30 minutos, y servimos templado o a temperatura ambiente.

img_0512

Si os da mucha pereza caramelizar las cebollas ya podéis encontrarla lista para consumir en la sección de mermeladas de vuestro supermercado, pero lo cierto es que hechas en casa quedan riquísimas. Además, si os sobre tarta podéis congelarla en porciones individuales, en papel de film. Y… ¡por cierto! Si vuestro horno solo tiene función de aire no olvidéis bajar la temperatura 10ºC o 15ºC a lo que os he indicado previamente, porque si no tendréis una tortilla extra-cuajada en lugar de esta delicia cremosa.

Espero que probéis a hacerla y, sobre todo, que os guste. Yo sigo pensando recetas que puedan resultar interesantes.

Mientras tanto… Keep baking!

Cris

Deja un comentario